sábado, 16 de julio de 2016

Claves De Interpretación Para La Lectura De La Realidad Internacional (I) Por: Lic.Marcelo Gullo

CLAVES DE INTERPRETACIÓN PARA LA LECTURA DE LA REALIDAD INTERNACIONAL (I) Y (2)
















Por: Marcelo Gullo





A modo de introducción
Está claro y, desde siempre, que en el mundo hay quienes por su poder imponen condiciones a otros que son más débiles. Toda vez que estos condicionamientos han resultado de la imposición de reglas y normas de convivencia que todos deben acatar, hemos asistido a lo que se suele llamar un Orden Mundial.
Generalmente ello suele ser el resultado de las guerras en las que se demuestra de manera incontrastable quién es el más fuerte y tiene el poder de decir cómo debe vivir el conjunto.
En los tiempos que corren existe la certidumbre de que ha caído un Orden Mundial que había emergido en la Segunda Guerra Mundial. Con instituciones como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional (FMI), los Acuerdos sobre el Comercio Exterior, el Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), etc., todas ellas hoy sumidas en una profunda crisis.
Sin embargo, si bien existe una disputa sobre cómo debiera ser un “Nuevo Orden Mundial”, todavía no hay guerra que lo vaya definiendo. En todo caso, como dice el Papa Francisco, ya hay una nueva Guerra Mundial dividida en más de quince conflictos internacionales.
Una nueva guerra provocaría una destrucción sin parangones y un Orden Mundial en el que no habría ganadores.
La globalización es un término de uso habitual, pero su origen anglosajón y económico da cuenta de que suele ser usado indiscriminadamente en variados sentidos.
Lo cierto es que, además de su utilización originariamente económico-financiera, también es aplicable al fenómeno humano de la guerra y –en estos términos- cualquier cataclismo bélico nos involucra a todos por igual.
Cinco años atrás nadie pensaba en una nueva Guerra Mundial por la razón ya apuntada. Había una convicción generalizada de que no era racional ni inteligente pensarla en términos convencionales y, de otra forma, se produciría un Holocausto Nuclear de resultados imprevisibles.
La imprevisibilidad no forma parte de la Estrategia Militar ni política.
Argentina está en el mundo y, por lo tanto, en el medio del conflicto mundial, lo que ella haga contribuirá a la guerra o la paz. Pero sin duda, lo primero es saber de qué se trata, qué papel estamos jugando, qué pasa en el mundo, cuáles son los conflictos y cuál es nuestra contribución.
Esta breve reseña acerca de la lectura de la Realidad Internacional es la traducción literaria de una exposición del compañero Marcelo Gullo, llevada a cabo en el Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP) y que hemos valorado como imprescindible para empezar a develar los interrogantes que nos permitirán pasar de espectadores a protagonistas y militantes de una causa –la de la paz- desde nuestra importante función de trabajadores de la Educación.
Prof. Mario Morant, Secretario de Asuntos Internacionales e Integración de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC).

¿Qué es la política internacional?
Antes de empezar, me gustaría manifestarles que, más que un colaborador del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP), soy un intelectual orgánico y más que eso, soy un militante de SADOP. Me siento esencialmente comprometido, sustancialmente parte de SADOP.
Voy a intentar darles algunas claves de interpretación para la lectura de la realidad internacional. Y vamos a partir, como decía Alberto Methol Ferré, de lo elemental absoluto.
Entonces, lo primero que tenemos que hacer es definir el concepto de “Política Internacional”. Quizás precisar la política Internacional por aquello que no es, es decir, por “el contrario”, no se ajuste a los cánones de lógica clásica más rigurosa pero, como aproximación a la idea, nos ayudará a comprender primero aquello que no es y a decantar lentamente la comprensión de aquello que en efecto es.
De este modo, mientras en el Derecho Internacional rige la igualdad jurídica de los Estados, en la Política Internacional esa igualdad es una mera ficción jurídica, porque los Estados no son iguales unos a otros, en tanto que en la realidad algunos tienen más poder que otros. Así, el Derecho Internacional es una sutil tela de araña que atrapa a la mosca más débil y deja pasar a la más fuerte.
Supongamos el caso de un país “A” que tiene problemas con un país “U”. Entonces el presidente de “A”, cansado de los inconvenientes que le genera el país “U”, al contaminarle el río, anuncia que las fuerzas policiales de una de sus provincias (alcanza con ellas, ni siquiera tiene que enviar al ejército) van a invadir el territorio de “U”. En pocas horas, “A” sería condenado por el Consejo de Seguridad de la ONU, además de sancionado económica y militarmente. Digamos, jugando con lo absurdo e imposible, que Néstor Kirchner hubiera hecho algo así, atacando al Uruguay por el tema de las pasteras, y si encima se le hubiera ocurrido juzgar y colgar al presidente de dicho país, a las 48 horas la intervención sobre Argentina hubiese sido terrible; y las sanciones, fenomenales.
Si salimos del marco de las suposiciones y vamos a la historia reciente vemos, por ejemplo, que Estados Unidos (EE.UU.) sostuvo que Irak tenía Armas de Destrucción Masiva (AMD), y lo invadió sin permiso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ni acuerdo de los aliados. Colgó a su presidente a partir de un tribunal fantoche. Y cuando terminó de destruirlo todo, el gobierno estadounidense exigió que le pagaran por el servicio prestado: haberlos liberado del tirano.
Luego EE.UU. confesó que se había equivocado, que no había encontrado ninguna AMD. Pero ya había, entre otras cosas, destruido hospitales y saqueado uno de los tesoros más valiosos de la humanidad, desde el punto de vista cultural: el museo de Babilonia, donde se conservaba el primer testimonio de la escritura del ser humano: las famosas tablillas.
Y fue peor que lo que hicieron los ingleses con los descubrimientos arqueológicos en Egipto, que al menos se los llevaban a su país, ya que las tablillas desaparecieron. Fueron vendidas a traficantes internacionales.
Después de todo eso, el país anglosajón pidió disculpas. ¿Es que hubo alguna sanción hacia EE.UU.? ¿Es que hubo alguna sanción para el expresidente George Bush o la habrá algún día? Jamás, nunca.
A la Corte Penal Internacional, ¿se le ocurrió acusar a George Bush (h) de violación a los Derechos Humanos porque la aviación norteamericana bombardeó hospitales? No, pero al líder libio Muamar Gadafi sí lo acusaron. Entonces, como dijimos, el Derecho Internacional es una tela de araña que atrapa a la mosca más débil y deja pasar a la más fuerte. Y es que, en la “arena internacional”, en realidad, los Estados no son iguales unos a otros, porque unos tienen más poder que otros.

Las distintas formas imperiales de someter a los pueblos
En el escenario internacional los Estados más fuertes siempre intentan imponer su voluntad a los Estados más débiles. Ahora claro, la imposición de la voluntad ha tomado diversas formas en el transcurso de la historia. La más simple es la imposición de la voluntad a través de la violencia. Se invade un país, y punto. La Argentina fue invadida en 1806 y 1807. Miles de pueblos tienen otra idéntica cantidad de experiencias al respecto. Sin embargo, tenemos que decir que esta forma, que nos parece brutal, es la menos preferida por los Estados poderosos, que optan por otros modos menos visibles y, por eso mismo, más eficientes.
Una de las principales y más usuales formas de la imposición de voluntad es la que se da a través de los factores económicos: el caso más clásico – que, nosotros mismos como país sufrimos hasta hoy – en el que aparece un Estado que hace que otro se endeude con él para tenerlo condicionado a través del pago de intereses que, digamos el “tomador” del crédito o país subordinado, no puede abonar.
La Argentina pasó del “collar visible” español, al “collar invisible” inglés. Esto desde el mismo año de 1810. Una de las formas más conocidas, y claras, en que Gran Bretaña consiguió esto fue por el empréstito de la banca Baring Brothers. Este método, el del empréstito “Baring”, no fue sólo aplicado a la Argentina, ya que el mismo contrato fue firmado con la Gran Colombia, Perú, Chile y México. Las cláusulas eran idénticas, sólo cambiaba el monto.
¿Y cómo estaba preparado ese empréstito? Expliquémoslo de un modo simple: Si mi intención es someter a mis designios a una persona “X”, de la que sé que gana una suma “X” de dinero, me bastará con prestarle una suma tal que su sueldo, una vez descontados los gastos mensuales, no le alcance para pagarme los intereses. Caídos, por primera vez los intereses, le diré a “X” que no se preocupe, que mi intención es “refinanciar” su deuda y “ayudarlo” a devolverme los dineros e intereses correspondientes. No es difícil advertir que los intereses caídos, más temprano que tarde, se irán capitalizando y que “X”, en consecuencia, va a terminar pagándome intereses sobre intereses. La persona “X” queda, así, “condicionada”. En el caso de laBaring Brothers, al dolo de poder con intenciones de dominación se le sumó – perversamente – el dolo “económico”, consumándose, así, lo que podríamos denominar, una “estafa perfecta”, en tanto apenas llegaron unas pocas libras del monto contractualmente acordado.
Otro ejemplo, mucho más reciente de la imposición de la voluntad, a través de la subordinación económica, fue el denominado “Mega canje”, durante la presidencia de Fernando De la Rúa.
Sin embargo, esta modalidad de sometimiento tampoco es la preferida por los Estados más poderosos, en tanto que es fácilmente detectable y rápidamente visible. El común de la gente puede percibirla con facilidad y movilizarse en su contra. La imposición preferida por los Estados dominantes resulta ser la “subordinación ideológico/cultural"Este tipo de dominación podría explicarse sencillamente así: si consigo que el otro piense la política económica que a mí me interesa que piense, no habrá necesidad de que yo lo obligue, porque tiene su cabeza formateada de tal forma que va a hacer lo que yo necesite, sin necesidad de que se lo diga.
Gran Bretaña fue el primer poder mundial que utilizó la “subordinación ideológica/cultural”, predicando alrededor del globo el libre comercio. Y convenciendo a las élites políticas de los gobiernos Hsipanoamericanos o Iberoamericanos, (Para utilizar bien el término que nos corresponde), recién independizados de que la mejor manera de llegar al progreso económico era siendo librecambistas. No había que poner barreras proteccionistas, ni permitir que el Estado interviniese en la economía. Lo presentaban como una cuestión científica.
No se olviden que hasta ese momento, en que Gran Bretaña decide utilizar el libre comercio y la división internacional del trabajo como ideología de dominación, la economía era parte de la filosofía. Adam Smith era un filósofo. Pero Smith va a decir que no, que la economía no es parte de la filosofía, y que en cambio está más cerca de las ciencias físico/naturales, más cerca de las matemáticas. De modo que, si la economía está ligada a principios científicos, entonces es indiscutible. Así, como existe una ley de la gravedad, hay otra ley que dice que los Estados, para progresar, jamás deben intervenir en el mercado, ya que la economía mundial es un gran reloj universal y, si alguien le pone la mano encima colocando por ejemplo barreras proteccionistas, no sólo se afecta negativamente a sí mismo, sino a todos.
Por eso, cuando EE.UU. toma “la posta de la conducción del mundo” y asume esta misma ideología, que antes había rechazado para construirse como nación, va a decir que el proteccionismo engendra las guerras en el mundo. De esta manera, si un Estado es proteccionista e interviene en la economía, ese Estado es peligroso y desestabilizador para la paz mundial, por lo que hay que hostigarlo y sancionarlo.
Cada vez que aparece un personaje que se vuelve “peligroso” para EE.UU., se trata de un gobierno que está haciendo lo que tiene que hacer, es decir, que interviene en la economía. Cuando Hugo Chávez, expresidente de Venezuela, comenzó a preguntarse cómo era posible que Venezuela, uno de los más importantes exportadores de petróleo, tuviera al 80% de su población bajo la línea de pobreza, decidió hacer algo. Había que “re-direccionar” esos recursos. Con ese simple expediente “encendió una luz roja de alerta” en Washington y, si uno ve los periódicos de esos días, comprobará cómo Chávez era día a día cada vez más “demonizado”.
¿Por qué? A diferencia de Inglaterra, que era una monarquía, Estados Unidos posee un sistema democrático, de manera que para justificar hacia afuera cualquier intervención necesita que el pueblo americano esté más o menos de acuerdo. Y para esto, tienen necesidad de desacreditar al adversario. Entonces, mediante un simple trabajo de investigación de los medios “formadores de opinión pública” en los Estados Unidos, a partir de la asunción de Chávez como presidente, se podrá ir verificando semana tras semana que la figura del mencionado presidente va siendo transformada para mal hasta convertirla en una verdadera “bestia negra”. Un caso similar, aunque en otra región y marco, lo constituyó la demonización del líder iraquí Saddam Husein. Esto también puede verificarse con idéntico modo investigativo simple.
A veces, estos “formadores de opinión pública” cuentan con “más elementos” para cumplir con la demonización del personaje elegido y, en consecuencia, pueden hacerlo más fácilmente. En el caso de Chávez no tenían nada, porque no mató ni reprimió nunca a nadie. Les era difícil demonizarlo. Se les ocurrió, pues que podía resultar “verosímil” y “creíble” que fomentaba la guerrilla en Colombia, financiando con el dinero del petróleo a los narcos de ese país. Y si hacemos memoria, por estos dichos estuvo a punto de estallar una guerra entre Venezuela y Colombia. ¿Quién lo planificó? La respuesta es simple, “la potencia dominante” interesada.
Como en Sudamérica atravesamos un proceso de integración mucho más avanzando de lo que estaba antes, hubo una rápida reacción de UNASUR. Esta rápida reacción evitó el conflicto armado. La existencia del proceso integracionista - con todas las deficiencias que podamos “achacarle”-fue, en este caso- de una utilidad extraordinaria. Vemos aquí, en este hecho histórico reciente y concreto, uno de los aspectos más importantes de la integración. Aunque no avanzáramos nada desde el punto de vista económico, los sudamericanos podemos garantizar la paz entre nosotros. Esta capacidad que no es desdeñable ni menor, es un eje central que anula la intervención extranjera.
Sin embargo, debemos volver a la idea de subordinación ideológica, que tomó la forma del liberalismo económico en la época de los ingleses o que en los ‘90 tomó la forma del neoliberalismo, no es el resultado de acciones que EE.UU., Inglaterra, Alemania o mañana, China, preparen de un día para el otro. Son acciones que se preparan con mucha anticipación.
EE.UU. comenzó a preparar el proyecto neoliberal en la década de 1950. En el ´52, un señor de apellido Parker, que era el jefe del área cultural de la embajada del mencionado país en Chile, creó el denominado “Proyecto Chile”. ¿De qué se trataba? Parker buscaba que una universidad del país trasandino se asociara con la Universidad de Chicago, en la que enseñaba el padre de lo que iba a ser el neoliberalismo: Milton Friedman.
Se encontró, entonces, con la Pontificia Universidad Católica de Chile que, si bien tenía una licenciatura en Economía, no ofrecía ni maestrías ni doctorados. Entonces Parker le ofreció a dicha Casa de Altos Estudios otorgarles a sus graduados la posibilidad de cursar esas maestrías y doctorados en Chicago. Las fundaciones Ford y Rockefeller lo financiarían.
Una vez completos sus estudios de posgrado en Chicago, la Pontificia Universidad Católica de Chile debía garantizarles trabajo a los flamantes egresados: pasarían, entonces, a ser profesores a tiempo completo en la institución chilena, enseñando Economía.
Claro, pero a todo eso había que darle una vuelta de tuerca más, ya que en este acuerdo-marco entre la Universidad Católica de Chile y la de Chicago también intervino el diario chileno “El Mercurio”, el cual se comprometió a crear una sección de Economía que estaría a cargo de los recién graduados chilenos de Chicago, además de una revista mensual.
Esto comenzó en 1952. Si uno analiza este tema, descubrirá que en todos los gabinetes desde Pinochet hasta la actualidad, más de setenta estudiantes chilenos atravesaron este proceso. Ellos fueron presidentes del Banco Central de Chile, ministros de Economía u ocuparon cargos de alto nivel decisorio en materia económica, todos formados en la Universidad de Chicago. Asimismo, estos personajes pasaron a gozar de un enorme prestigio en tanto la gente les conocía –y reconocía- gracias a los medios de comunicación, principalmente a través de “El Mercurio”, que no sólo publicaba sus artículos, sino que los ensalzaba.
He aquí donde se ve otro elemento clave del escenario internacional: los medios masivos de comunicación y cómo están instrumentalizados por esta política de subordinación ideológico/cultural.
Este mismo señor Parker que elaboró el “Proyecto Chile” – el cual rige hasta el día de hoy- es destinado, luego, a la Argentina, donde lógicamente va a intentar hacer lo mismo. Sin embargo, no tiene éxito en Buenos Aires, no encuentra ninguna universidad, ni pública ni privada, dispuesta a firmar el convenio. Sin embargo, lo consigue en el interior, más precisamente, en la Universidad de Cuyo. En la década del ‘60, firma el “Proyecto Cuyo”. En Tucumán intenta firmar un proyecto similar, sin embargo la universidad acepta colaborar sólo de manera informal.
Si se pasa revista a los presidentes de nuestro Banco Central, toda la segunda y tercera línea de sus autoridades, desde el ‘76 hasta el 2003, todos esos funcionarios resultan haber pasado por la Universidad de Chicago. La colaboración con los medios de comunicación se consumó también de forma informal. No hubo un convenio expresamente firmado, como en el caso de “El Mercurio” chileno, sino que se realizó a través del diario “La Nación”, al que luego se sumaría “Ámbito Financiero”. Este los va a contratar, los va a potenciar. Y la gente les va a reconocer autoridad. Porque los medios de comunicación hacen que el común de la gente –aunque más patente es en la televisión– otorgue más autoridad a quien más espacio y frecuencia posee en los medios escritos, o a quien más tiempo ocupa y permanece en la pantalla.
Recapitulemos: existen tres formas de subordinación: por la violenciapor elementos económicos, y como dijimos, un tercer método, el preferido por los Estados, que es la subordinación ideológica/cultural. Por ser la más sutil de todas, es la más difícil de implementar, porque se la hace en el largo plazo, pero a su vez, es la más redituable. Fíjense lo que dijimos sobre cuándo comienza EE.UU. su proyecto neoliberal. Nosotros creemos que fue en la década del ‘90, lo que es de una ingenuidad absoluta. Ya lo estaban planificando desde 1950, en pleno apogeo del desarrollismo. Ellos piensan a largo plazo, y nosotros, a veces, pensamos solamente en las próximas elecciones.
Parker fue enviado luego a México, donde hizo el mismo tipo de labor. Por eso, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que había sido el partido de la revolución, se transformó en el partido de la entrega. Todos los grandes dirigentes del PRI, incluido el presidente, pasaron por la Universidad de Chicago o, en su defecto, por la de Harvard. Así, en tanto toda la cúpula de la dirigencia había atravesado ese proceso, no hacía falta “imponerle” nada a México, ni por la fuerza, ni por las presiones económicas. Los propios mexicanos desarmaron el Estado y el proyecto industrializador que tanto trabajo les había costado construir.
Por eso, cuando vemos el escenario internacional advertimos siempre esta maniobra. Por ejemplo, cuando alguien viene a dar una conferencia a la Argentina, no es algo políticamente gratuito. Obvio que el disertante viene para mejorar su currículum y porque le pagan, pero además el 80% viene porque está dentro de un proyecto que desconocemos. No vienen alegremente porque sí. La Universidad de Belgrano no trae a los norteamericanos porque sí.
Tenemos que conocer esta realidad, sólo así podremos hacer lo mismo, pero en sentido contrario.

¿Qué es el orden internacional?
Tenemos que decir que hay un orden internacional. ¿Pero qué es un orden? Un orden es siempre igual: para que lo haya, siempre hay reglas de juego y sanciones estipuladas para quienes no las cumplen, y también hay un poder punitivo, capaz de imponer esas sanciones. Ahora claro, por lógica es que el orden lo van a imponer los Estados que más poder tienen. Pero no a partir del Derecho Internacional, ya que los Estados poderosos no responden a este.
Este orden está hecho a beneficio de los que lo han construido. Estos Estados son los Estados subordinantes del sistema. Por eso, una de las grandes falacias, que es parte de la subordinación ideológica/cultural, es esa que dice que tenemos que estar conectados con el mundo. ¿Qué entienden los medios de comunicación cuando dicen esto?, lo que quieren decir es que hay que acatar las reglas de juego que han sido establecidas por los más poderosos. Pero acatar esto es siempre ir en nuestra propia contra. Por eso, cuanto más acatamos esas reglas, peor nos va.
¿Cuáles son los momentos de Argentina de mayor felicidad del pueblo? Cuando, por alguna circunstancia, estamos desconectados del sistema, sea porque nos la hemos buscado o porque se ha producido de forma natural. Es el momento en el que los Estados y los pueblos son felices, es el momento en que llegamos al mayor grado de justicia social.
Veamos unos ejemplos: la Primera Guerra Mundial y el “Yrigoyenismo”, la relación con Gran Bretaña se afloja porque está peleando con la Alemania imperial y, entonces, nosotros iniciamos nuestro primer proceso de sustitución de importaciones. Comenzamos a crear una industria textil y de la alimentación. En ese momento hay trabajo y distribución de la riqueza.
Cabe aquí una atingencia: si leemos y analizamos la realidad internacional, no lo hacemos desde cualquier posición, nuestra lectura está hecha desde el mundo de los trabajadores. Si no leemos la realidad desde el punto de vista de los trabajadores, no leemos nada, o lo hacemos en beneficio de otros.
Volvamos a Yrigoyen, que no logró comprender el tema del proteccionismo y el librecambio. Terminada la Guerra, los productos del exterior volvieron y arruinaron la industria que se había creado. Otra instancia de crecimiento se da a partir de la Segunda Guerra Mundial. De nuevo hay sustitución de importaciones. Y el peronismo va a sintetizarlo y profundizarlo. Porque Perón se da cuenta de que no le puede pasar lo mismo que a Yrigoyen. Los productos norteamericanos, una vez terminado el enfrentamiento bélico, iban a inundar el país, llevando a la ruina a los talleres fabriles y poniendo en la calle a miles y miles de obreros. De modo que era necesario crear una barrera proteccionista y monopolizar las exportaciones (el comercio exterior), porque solamente así tendríamos dinero para comprar nuevas máquinas y reemplazar a las que estaban obsoletas. Entonces estamos hablando de compra de máquinas, de creación de miles de industrias, del aumento del salario y de la formidable distribución de la riqueza que conoció la Argentina.
¿Y qué tal si nos venimos más cerquita en el tiempo? ¿Cuáles fueron los mejores años de los últimos diez? Justamente, cuando estábamos desconectados con el expresidente Néstor Kirchner. Las potencias del sistema nos habían expulsado, nos decían que éramos unos parias, no nos quería nadie, no teníamos que pagar nada. Y a nosotros nos iba fenómeno.
Y esto es siempre así. Porque el orden está hecho en beneficio de los otros. Cuando uno entra, no entra en beneficio de uno.
¿En qué situaciones uno teme que el gobierno retroceda? Justamente cuando dejamos que nos convenzan que tenemos que estar más conectados, lo que implica que firmemos con el Club de París, por ejemplo. Y cada vez que hacemos algo así, nos comienza a ir mal de nuevo porque nunca logramos sacarnos la subordinación ideológica de la cabeza.
Quizás no tengamos que decir públicamente que no queremos estar conectados, pero tenemos, al menos, que pensarlo. Y ver la forma de estar lo menos enganchados posible. Porque si caemos en la trampa de creer que lo que nos falta es conexión, no nos damos cuenta de que “conexión” es pagar la deuda siempre ajustando los salarios. O sea, toda la plata mía va para ellos. Todo lo que exporte es para pagarles a ellos. Y “protección”, cero. ¿Cómo vas a proteger esa “cosa” que hay en Tierra del Fuego? Eso, desde un pensamiento subordinante, o subordinado, hay que eliminarlo.
Entonces, vemos que eso es el orden, y que éste no nos favorece, porque crea Estados subordinantes y Estados subordinados. Pero en algunos casos también crea Estados insubordinados, que son los que tienen mala prensa. Se habla mucho del Eje del Mal, por ejemplo, y cuando América del Sur comenzó a insubordinarse, empezaron a decir que en nuestra región había algo malo: “¿Quién es el negrito ese en Venezuela?, o ¿ el indio que aparece en Bolivia y el tuerto de Argentina?”. Y comenzó a utilizarse de nuevo esa palabra que había desaparecido: “populismo”: “¡Gobiernos populistas!” Es terrible, terrible. ¿Y qué quiere decir ese término? Lo identifican con el autoritarismo, el cual puede conducir, según ellos, incluso al totalitarismo.
Atención. Vean el caso de Venezuela, dicen que está camino al totalitarismo, que su gobierno mata y reprime a la gente. Sostienen esto porque tienen que demonizar a tales Estados. ¿Por qué? Porque comienzan tibiamente a insubordinarse, lo que dispara una respuesta ideológica desde el exterior.

PARTE II


Los trabajadores y el orden internacional
Acción y reacción a un concepto fundamental que teníamos grabado a fuego los trabajadores en nuestra mente (no olvidemos en que el neoliberalismo es una suerte de “vaciamiento” de conciencia). En el escenario internacional hay actores directos(como los Estados) e indirectos. ¿Cuáles son éstos últimos? Si tuviese que definirlos, serían los que influencian en el sistema internacional principalmente a través de actores directos, para moldear y organizar el sistema a fin de que responda a sus intereses, con el objeto de crear un orden favorable a estos. Generalmente dichos actores indirectos intentan imponer su voluntad a través de los Estados más poderosos, estableciendo con ellos una alianza estratégica o cooptando a la clase dirigente.
Podríamos decir que hay distintos actores indirectos. Quizás alguno piense en el poder financiero, por ejemplo. Pero no todos los actores indirectos son negativos para nosotros, ya que aspiramos a ser un actor indirecto. La Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC) desea serlo. Queremos un mundo distinto al que quiere el poder financiero. Buscamos un orden, pero un orden justo, con trabajo y justicia social para nosotros y para todos los pueblos del mundo. Somos un actor indirecto y queremos construir un orden, pero a favor del mundo del trabajo y de la justicia social.
Profundicemos en el tema. Las acciones individuales de un sindicato en Argentina no servirían para nada, porque no podrían influenciar en el sistema internacional. ¿Cuándo se podría influenciar? Cuando este sindicato se junte con otros de Paraguay, Venezuela, Brasil, México… y entonces sí nos convertimos en una FLATEC con 500.000 afiliados, una organización gremial capaz de realizar una huelga, por ejemplo, desde México hasta Buenos Aires, nos convertimos en un actor internacional. No dejaríamos de ser un actor indirecto, claro está, pero un actor indirecto de enorme peso.
Esta idea del mundo del trabajo, de la organización sindical como actor indirecto que estuvo muy presente en las década del ´50 y ‘60, se perdió. Fue tan grande la subordinación que sufrimos, que los trabajadores perdimos esta noción de que podemos influenciar en el sistema para generar un orden que nos beneficie a nosotros y al conjunto de la humanidad.
Como el orden natural de las cosas va de menor a mayor, para que nuestro proyecto no sea un idealismo, tenemos que organizarnos, primero, a nivel regional, así luego iremos a la organización continental y, seguidamente, a la universal.
Probablemente el hombre común se pregunte ¿para qué sirven estas organizaciones gremiales internacionales? Si se quedan en la mera retórica y la parafernalia de reuniones vacuas, obviamente que para nada, pero si entendemos que a través de estas organizaciones podemos estructurarnos a nivel de elevado peso en el orden internacional, si somos capaces de convertirnos en un verdadero actor indirecto del sistema internacional, comprenderemos el valor sustancial que adquiere la organización gremial en la construcción de un orden internacional.
¿Cómo participan los actores indirectos del orden internacional? Influenciando al Estado, como ya mencionásemos, o se alían con él o lo cooptan. Por ejemplo, el poder financiero fue a aliarse al poder inglés, y luego ese poder financiero buscó la alianza con EE.UU. para luego cooptarlo. Nunca pudieron lograrlo del todo porque hay, todavía, fuerzas nacionalistas.
Eso es lo que queremos hacer, pero para establecer el bien común, con nuestros propios gobiernos nacionales. Queremos influenciarlos para que tomen una dirección y no otra. Porque los otros actores indirectos, como el poder financiero, también quieren influenciar sobre ellos. Y esos otros actores indirectos tienen la ventaja, de que ya influyen sobre la gran potencia hegemónica mundial, hecho que les sirve para aplicar las sanciones, en tanto que la gran potencia es la que detenta el poder punitivo.
Podríamos nombrar otros actores indirectos, como por ejemplo las cinco grandes cerealeras mundiales. Ellas crearon un mundo a su beneficio, de a poquito. En la década del ‘80, decían que había que dragar el río Paraná. Y toda la prensa expresaba que el Estado debía ocuparse de eso. Algo raro había, ya que después de que nos convencieron de eso, apareció otra idea: la de que los puertos estatales no alcanzaban, y que había que permitir la instalación de puertos privados. A todo esto, cuando comenzaron a construirlos, estábamos en un momento de Argentina en el que no teníamos grandes exportaciones de oleaginosas. Y después nos enteramos que esos puertos privados eran de las compañías cerealeras. Ya estaba hecho y, simplemente, nos acostumbramos.
De paso, habían dicho que había que desarmar la Junta Nacional de Granos. Entonces hoy, el negocio queda en sus manos. ¿Nosotros, Argentina, le exportamos a China? No, nuestro país no le exporta nada. Nosotros le vendemos a Cargill, y Cargill Argentina le vende a Cargill China. El Estado chino le compra a esa empresa, que trata de pagar lo menos posible acá y venderles lo más caro posible a los chinos. Por eso los chinos vinieron una vez y nos dijeron que querían comprarnos directamente a nosotros, no a Cargill.
¿Por qué no venden los productores argentinos directamente al Estado chino? Es lo que habíamos hecho antes con el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) y con la Junta Nacional de Granos, pero la subordinación ideológica hizo que estos actores indirectos, como Cargill, estructuraran un mundo a su entero beneficio. Ellos, asimismo, son los dueños de las compañías del transporte, por eso se desarmaba también, en la década del ’90, cualquier posibilidad de una flota naviera comercial nacional en tanto el transporte en barco se lleva gran parte de la ganancia. Con las cinco petroleras más grandes del mundo ocurre lo mismo.
Cuando analizamos los diarios, las noticias, en general, tenemos que preguntarnos quiénes son los actores directos y cuáles son los actores indirectos que están detrás. Y para saberlo, hay que preguntarse quién resulta beneficiado. Entonces empezamos a descubrir a los actores.
Nosotros, desde el mundo del trabajo, ¿qué tenemos que tener en claro? Que queremos hacer una organización para ser un actor indirecto y, así, influenciar, primero en el escenario continental y luego en el universal, con la meta de construir un orden a beneficio de los trabajadores. Si no tenemos esta intención, estamos dejando que los otros tengan el “campo libre” para moldear un orden internacional de acuerdo a su entero beneficio.
Si para algo serviría una organización internacional, sería para esto, no para otra cosa. ¿Qué es lo que intentamos hacer cuando organizamos congresos y formamos compañeros? Intentamos resistir a la subordinación ideológica, descubrirla, librarnos de ella - que es la que nos inhabilita a operar- y tener una propuesta alternativa.
Nosotros queremos y debemos influenciar, primero, sobre nuestro Estado y luego sobre otros estados de América Latina para construir un mundo con justicia social.

¿Qué papel deben jugar los trabajadores en la política exterior?
Ahora bien, ¿cómo establecen los Estados su relación con el mundo exterior y principalmente con el “Otro principal”? Podríamos decir que hay cuatro tipos ideales de relación, aunque primero definamos qué es “la política exterior”: un área donde podemos participar e influenciar, algo que hicimos entre el ‘45 y el ‘55 con los delegados obreros (eran trabajadores argentinos que desde las embajadas trataban de reunirse con los trabajadores de Bogotá o Caracas, por ejemplo, para convencerlos de la necesidad de la integración regional).
La política exterior tiene dos sentidos: restrictivo y amplio:
Un sentido restrictivo que consiste en el conjunto de acciones ejecutadas con finalidad política, realizadas por órganos oficiales o no oficiales, visibles o encubiertas, llevadas a cabo por el Estado fuera de los límites de su territorio. No tiene que ver con la diplomacia que, en realidad, son las relaciones públicas.
Pongamos un ejemplo bien claro: el embajador argentino en Ecuador, Carlos Piñeiro Iñiguez, hizo algo que todos nuestros embajadores tendrían que hacer, cuando le advirtió a Kirchner de la capacidad de liderazgo de un profesor ecuatoriano, con ideas afines al proyecto argentino, a quien recomendó que nuestro gobierno ayudara. Y así fue como Kirchner conoció a Rafael Correa, actual presidente de Ecuador. Algo similar pasó con el presidente de Bolivia Evo Morales. Se trata de una acción de política exterior, pero es una excepción. Comúnmente, a los embajadores no les interesan estas cosas.
¿Es que nosotros, como trabajadores, podemos ayudar a hacer acciones similares? Sí, y muchísimas. Podríamos detectar gremialistas, sindicalistas y políticos que estén en la misma “línea” que nosotros. Tenemos que ir a buscarlos “in situ”, especialmente a un país: Colombia. Esta es la nación clave. Muerto Chávez, Venezuela está perdida. Es la verdad. Nos guste o no, es así. El país clave es Colombia, lo fue siempre, más que Venezuela, porque tiene más peso específico: más población, más riqueza a pesar del petróleo venezolano, más identidad cultural. La única forma de tener un nuevo ABC es con Argentina, Brasil y Colombia. De acuerdo, dicen que Colombia está del otro lado, que el enemigo la posee. ¿Le vamos a regalar este país? No, tenemos que ir a buscar docentes, trabajadores que piensen como nosotros.

¿Cómo relacionarse con el mundo?
Expliquemos el otro sentido de la política exterior.
El sentido amplio: para cualquier Estado, la política exterior implica plantearse de qué manera va a resolver el interrogante de cómo va a relacionarse con el mundo exterior. Es decir, con los otros Estados que integran el sistema internacional, entre los cuales está el “Otro principal”: el Estado con más poder.
Cuando una unidad política se encuentra con otra que la sobrepasa en poder, debe optar entre dos alternativas: la subordinación o la resistencia.
La subordinación implica abdicar total o parcialmente de la capacidad de decisión propia sobre los asuntos internos o externos. Además, implica aceptar en mayor o menor medida la voluntad del “Otro principal”. La subordinación siempre lleva a la dependencia.
Por otro lado, la resistencia implica conservar total o parcialmente la capacidad de decisión propia sobre los asuntos internos o externos. Implica un intento de “ponerle límites” a la voluntad del “Otro principal”. La resistencia (o insubordinación) conduce a la autonomía.
Existen cuatro tipos ideales de relación que un Estado periférico puede mantener con la potencia hegemónica:
La subordinación pasiva,
La subordinación activa,
La insubordinación pragmática,
La insubordinación radical o revisionista.
Estos tipos se basan en tres pilares:
1.) La relación de fuerzas internas y externas,
2.) El margen de maniobra internacional,
3.) La voluntad política de las élites de las dirigencias.
Consideremos, ahora, cada uno de los cuatro tipos ideales, por separado:
• La subordinación pasiva: el Estado subordinado abdica totalmente de la capacidad de decisión propia sobre los asuntos internos y externos que interesan estratégicamente al “Otro principal”. Un ejemplo fue el menemismo y sus “relaciones carnales” con EE.UU. Estamos hablando del modelo económico liberal impulsado por el Consenso de Washington.
Recordemos cuando el emperador de Japón Hirohito se rinde ante Douglas MacArthur, comandante de las Fuerzas Aliadas en la II Guerra Mundial. Estamos hablando del emperador del Japón, el dios sol, frente al jefe de un barco. Fue humillante. No obstante, la sumisión no es “per se” siempre negativa porque es posible que no haya otra posibilidad. Es negativa cuando es pasiva. Y aquí llegamos a la diferencia entre subordinación pasiva y subordinación activa.
• La subordinación activa nos muestra una situación que es casi la misma, pero en la cual se acata la subordinación, sin embargo se sigue resistiendo mentalmente. Posiblemente no se tenga otra opción que soportar esa subordinación pero, sin embargo, se piensa constantemente en cómo sacudírsela de encima, y tratando siempre de reservarse algo para la decisión autónoma, propia. No se entrega “todo”, se entrega sólo lo inevitable. Veamos la definición precisa de este tipo de relación con el “Otro principal”: La subordinación activa es aquella en que el Estado subordinado abdica sólo parcialmente de la capacidad de decisión propia sobre los asuntos internos y externos. ¿En qué se diferencia de la anterior? Mientras que en la subordinación pasiva el estado de sumisión es producto del soborno o de la subordinación ideológica/cultural, la situación de sumisión en la subordinación activa es consecuencia de una relación de fuerzas entre el “Otro principal” y el país subordinado que es desfavorable para éste último. La subordinación es tolerada, pero no aceptada. Y el Estado subordinado, respetando los intereses estratégicos del “otro principal”, e incluso aceptando el modelo económico que le impone la potencia hegemónica, intenta fijarse fines propios para su Estado, que pueden llegar a conformar el embrión de un proyecto nacional.
Consideremos un ejemplo histórico. Después de que Juan Manuel de Rosas fuera derrotado en la Batalla de Caseros, la primera medida de Justo José de Urquiza fue entrevistarse con el embajador inglés y garantizarle el libre comercio. O sea, la subordinación completa de la Argentina a los intereses británicos. Inglaterra hizo y deshizo lo que quiso. En Brasil, en cambio, fue distinto. Se trató de una subordinación activa. Los ingleses, a cambio de haber trasladado la Corte portuguesa a Río de Janeiro, para salvarla de Napoleón Bonaparte, la obligaron a firmar el librecambio. Pero la Corte se reservó algo. Sabía que Gran Bretaña iba a buscar además la fragmentación territorial. Entonces aceptó el librecambio, pero no la división interna. Por eso hay un Brasil, y no veinte repúblicas de lusoparlantes. Inglaterra fomentó en Brasil las revoluciones separatistas de Pernambuco, San Pablo, Río Grande do Sul; también intentó balcanizar al Brasil, pero la élite brasileña de conducción no estaba subordinada de forma pasiva, por ende, fracasó en su tentativa. Estaba subordinada porque sabía que no tenía otra opción, porque la relación de fuerzas le era desfavorable y aceptaba el librecambio, pero no la fragmentación. En cambio, nuestra élite la aceptaba con gusto. Por eso Bernardino Rivadavia le dijo a Manuel Belgrano que retrocediera hasta Córdoba. Y cuando José de San Martín necesitaba dinero para terminar la gesta emancipadora y convocar un congreso constituyente en Lima con el fin de proyectar un gran estado continental, Rivadavia le negó ayuda y sostuvo que lo que le convenía a Buenos Aires era replegarse sobre sí misma. Es decir, la élite porteña participaba del proyecto de fragmentación británico.

¿Y qué otro tipo de relación existe?
• La insubordinación pragmática, que se da cuando uno, si bien no tiene condiciones materiales para oponerse al “Otro principal” en el escenario internacional tiene condiciones y voluntad de recuperar la capacidad de decisión en el ámbito interno. O sea, le impongo un límite a la potencia hegemónica.
El ejemplo típico es la llegada de Vladimir Putin al poder en Rusia después de Boris Yeltsin. ¿Qué era Rusia con Yeltsin? La subordinación pasiva absoluta de Rusia, lo que implicó el saqueo de dicho país por el mundo financiero internacional: lo endeudaron, le llevaron las empresas, desmembraron el país. Llegó Putin y dijo “basta”, y empezó a ser inmediatamente demonizado. Pero, en ese momento, acuérdense que EE.UU. invade Irak estando Putin en el gobierno, y éste no abre la boca porque sabe que no tiene condiciones para desafiar a los yanquis en nada, no tiene con qué. Pero, a medida que va acumulando poder, la cosa cambia. Hoy, por ejemplo Putin dice, “con Siria no se metan”. En Siria, Estados Unidos no intervino de forma directa porque, Rusia se opone.

El pensamiento no puede estar desligado de la acción.
Insistimos, en la medida que el poder se va a acumulando y, por ende, incrementando, aumenta la posibilidad de llevar adelante una política de autonomía e insubordinación.
Por otra parte, si el margen de maniobra internacional se va incrementado de modo importante hay más posibilidades de pasar de una insubordinación pragmática a una revisionista.
Ahora bien, para que esa insubordinación pragmática sea sustentable en el tiempo, inevitablemente, la misma debe mutar en una insubordinación fundante: debe rechazar el orden ideológico establecido por el otro -insubordinación ideológica- y, con un adecuado impulso estatal, reconstruir sus factores de poder. Si no lo hiciera quedaría en una mera insubordinación epidérmica, superficial. Sólo cuando se está dispuesto a transformar la estructura productiva interna, mediante la industrialización, se consigue que la insubordinación sea sustentable en el tiempo.
A la mano, los argentinos, tenemos un ejemplo contundente: la insubordinación de Don Hipólito Yrigoyen, gran caudillo popular, pero que terminó siendo una mera insubordinación epidérmica. Esto debido a que el caudillo no llegó a comprender -los factores de esa incomprensión son motivo y materia de un análisis histórico que no es del caso analizar aquí– que la clave de la subordinación argentina residía en el carácter de país agrícola-ganadero insertado en la división internacional del trabajo, que ostentaba, entonces, la Argentina. Yrigoyen no entendía que había que industrializar el país, o no lo entendía del todo. Sólo cuando se comprende en Argentina -en la década del peronismo- que la industrialización es la clave de la liberación, en tanto da poder y permite el pleno empleo así como la distribución de la riqueza para todos, la insubordinación argentina se convierte en medular.
Así, podemos hoy ver a Venezuela, ¿cuál es el problema que lleva a la crisis de Venezuela? Sin ser reduccionista, podemos atribuirlo a un sólo factor y es que Hugo Chávez no pudo transformar su insubordinación pragmática-epidérmica en insubordinación pragmática-medular. Chávez enfrentó a los norteamericanos, se atribuyó el mando y el manejo de la riqueza petrolera de su país que mandaba él, se hizo cargo y no permitió que le dijesen qué debía hacer con la renta petrolera venezolana. Sin embargo y, aunque loablemente, no supo equiparar la balanza entre inversión en desarrollo a largo plazo y atención de las necesidades inmediatas de su pueblo. Como era en justicia, mejoró ostensiblemente la alimentación de las masas y les proveyó de una mayor educación y salud como nunca antes habían tenido. Pero, cuando aquellas rentas petroleras lo permitían, no atinó a elaborar una adecuada política estatal de impulso a la industria, pese a inmejorables condiciones y erró en las políticas de desarrollo agrícola-ganadero de la sabana venezolana. Una atención equitativa de ambos factores hubiesen transformado esta insubordinación pragmática-epidérmica en una insubordinación pragmática-medular, pudiéndose ver hoy (de haberse completado) un crecimiento y diversificación de la economía y la generación de ingentes fuentes de trabajo y riquezas que no hicieran depender a Venezuela de los vaivenes de mercado del valor del petróleo. En síntesis, no consiguió insuflar a su país un cambio de matriz productiva y, en consecuencia, la raíz no consiguió modificarse. La insubordinación quedó en la epidermis y los vientos de dependencia asolan el alma llanera.
Repitiéndonos, volvemos a postular que, para que la insubordinación frente a un otro principal muy poderoso sea sustentable, debe ser medular. Debe pasarse a la industrialización. Porque si no, la potencia hegemónica termina neutralizando el proceso de mil formas distintas, y termina derrotándola. Por ejemplo, a Venezuela le provocan una crisis, creándole procesos inflacionarios, agravados por la abrupta baja de los valores del petróleo, generando que mucha de la mercadería –que bien podría producir la propia Venezuela– no pueda adquirirse en el extranjero. Un país en que el 80% de lo que se consume, es importado. La escasez, es madre de las revueltas. Pudiendo reducir ese margen de importación, aún cuando muchos son productos básicos y de fácil fabricación. Lógicamente, la crisis es un emergente inmediato cuando no se dispone autónomamente de bienes elementales para el día a día y los costos y el mercado negro de los mismos se incrementa exponencialmente.
Chávez intuyó que había que pasar de una insubordinación pragmática-epidérmica a una medular, pero no le dio el tiempo, ni las relaciones de poder, para poder hacerlo.
En un momento dado se produjo un efecto paradójico: la renta petrolera se distribuyó. Ahora, se dijo Chávez, hay educación y salud, la gente come mejor, pero hay un problema: la población come pollo y cerdo ahora que se distribuye mejor la renta petrolera, pero el país no produce esos alimentos que consume –pollo y cerdo básicamente- y terminamos importando esos productos. En consecuencia los que tienen mejor educación y dinero en el bolsillo, los que antes no podían, desean vestirse mejor. Venezuela no produce zapatos, no produce siquiera pantalones. Debemos importar zapatos y pantalones. Así, y he aquí lo paradojal: la distribución de la riqueza se vuelve perversa en tanto llega un momento en que no alcanza la renta petrolera para importar lo que es necesario para satisfacer los requerimientos básicos de esa mejor distribución. Aunque parezca ilógico, sólo a primera vista, el modo en que se distribuyó la riqueza, terminó siendo una fuente de mayor dependencia y debilidad nacionales para Venezuela, maguer las mejores intenciones de Chávez.
Este aumento de la dependencia, sumado a la menor renta petrolera por la abrupta baja de los precios internacionales del crudo, casi una mono producción venezolana, es lo que está sufriendo hoy el presidente Nicolás Maduro: no le alcanzan los dólares que ingresan para cubrir las necesidades de la población. Un ejemplo más que nos lleva, nuevamente a la reiteración conceptual: la insubordinación pragmática sólo puede ser sustentable en el tiempo cuando se transforma en medular, cuando el país comienza a transitar el camino de la industrialización tecnologizante.
¿Por qué, entre otras cosas, cae el General Juan Domingo Perón en el ‘55? Porque intentó hacer la insubordinación pragmática-medular, avanzando muchísimo en ese proceso, pero no fue suficiente. ¿Por qué? Porque el mercado era muy chico, se agotaba rápidamente. Perón pensó en ello proponiéndose su ampliación, mediante la alianza con Getúlio Vargas y Carlos Ibáñez, y así crear el ABC y un gran mercado sudamericano. Pero el intento fracasó.
No olvidemos que la campaña electoral de Vargas fue apoyada por los trabajadores argentinos, y no me refiero al gobierno argentino, sino al mundo del trabajo: la CGT argentina le dio el dinero a través de João Goulart. En ese momento los trabajadores también hacíamos política exterior, Y no era casual en tanto los trabajadores comprendían que la suerte de la “Nueva Argentina” dependía de la llegada de Vargas al poder, que era el padre de los pobres en Brasil. Los trabajadores intuían que sin unidad continental la Argentina de Perón no podría resistir mucho más tiempo. Cuando Vargas se suicida, los días de Perón pasan a quedar “contados”, ya que Perón se queda sin su aliado principal, sin margen de maniobra. De esos días sabemos que no es posible hacer una insubordinación pragmática-medular en solitario.
¿Y hoy en día podríamos realizar una insubordinación pragmática-medular sin integrarnos con nuestros hermanos de la Patria Grande? No, fracasaríamos y ese fracaso arrastraría al mundo del trabajo.
Por todo ello es que FLATEC, además de ocuparse de cuestiones puramente gremiales, debe hacer algo mucho más importante: discutir el orden regional e internacional, discutir el modelo de sociedad que queremos para nosotros y para toda la Patria Grande. Estamos hablando de nuestro propio destino, de nosotros mismos como trabajadores, y del destino de nuestro pueblo que es un pueblo continente, el mismo desde México hasta Tierra del Fuego. Tenemos que buscar gente que piense como nosotros. Y nos interesa que esa gente ocupe puestos de poder y que hagan alianzas con nosotros. Hay que identificarlos, conocerlos, buscarlos. Ustedes van a tener que hacerlo.

La insubordinación revisionista
En la insubordinación revisionista, una unidad política decide oponerse, sea a nivel regional o a nivel global, a la voluntad del otro principal porque aspira a disputarle a éste espacios de poder; es decir “zonas de influencias” o, porque desea participar, junto a la potencia hegemónica, de la estructura hegemónica del poder mundial, es decir ser uno de los polos de poder en el caso de que el sistema sea multipolar o porque, directamente, aspira reemplazar a la potencia hegemónica, en tanto tal. La insubordinación revisionista está caracterizada, entonces, por la decisión de una unidad política de modificar el orden regional dentro del cual se encuentra inscripta o el orden internacional en su conjunto.
Los Estados Unidos, a partir de la Primera Conferencia Panamericana realizada en 1889 y hasta mediado de 1930, protagonizaron un proceso de insubordinación revisionista de carácter regional exitoso mientras que, Argentina de 1952 a 1955 y, Francia de 1963 a 1968, protagonizaron, respectivamente, procesos de insubordinación revisionista de carácter regional finalmente fallidos.
Por ser un caso poco conocido y olvidado conviene recordar que la República italiana, con Enrico Mattei (1906-1962) como presidente formal del Ente Nazionale Idrocarburi (ENI) -y de facto como ministro de Relaciones Exteriores y ministro de Economía en la sombra- protagonizó, entre los años 1953 y 1962, un proceso de insubordinación revisionista de carácter regional que solo pudo ser detenido con el asesinato de Enrico Mattei, acaecido el 27 de octubre de 1962.
Actualmente la República Federal Alemana, a partir de la decisión del Canciller Helmut Kolh de realizar, de un golpe de mano, en 1990, la unificación de Alemania - sin consulta previa con a los Estados Unidos- lleva adelante un lento y silencioso proceso de insubordinación revisionista de carácter regional con respecto a los Estados Unidos, mientras que al mismo tiempo Alemania, a partir de la creación del Euro, lleva adelante un meticuloso proceso de subordinación de sus aliados europeos. Por otra parte, Rusia, como lo demuestran los acontecimientos ocurridos en Crimea y Ucrania, ha comenzado a transitar el camino que la conduce hacia la realización de una insubordinación revisionista regional cada vez más clara.
Importa precisar que para que una insubordinación revisionista de carácter global sea efectiva y no simplemente “declarativa”, para que sea una decisión y un acto racional y no irracional, requiere, necesariamente, que la unidad política que la lleva a cabo haya adquirido condiciones económicas, tecnológicas y militares de “equipolencia”, con la potencia hegemónica. Mientras que, el haber alcanzado el umbral de resistencia, es la condición sine qua non para que la decisión de llevar adelante una política de insubordinación pragmática sea una decisión racional con altas posibilidades de éxito[1]; el haber alcanzado el umbral de poder es la condición necesaria, para que la decisión de llevar a cabo una política de insubordinación revisionista de carácter global, no sea una decisión irracional que lleve a la unidad política que la ejecuta a la catástrofe [2].
Cuando una unidad política que lleva a cabo una insubordinación revisionista disputa zonas de influencias o aspira a la co-hegemonía o simplemente desea llegar a ser un polo más de un sistema multipolar, el enfrentamiento con la potencia hegemónica adquiere, por lógica consecuencia, un carácter transitorio, coyuntural, y es poco probable que el sistema internacional entre en estado de convulsión generalizada. Por el contrario, cuando una unidad política, que lleva a cabo una insubordinación revisionista, aspira a reemplazar a la potencia hegemónica en tanto tal, aumentan las posibilidades de que el sistema internacional entre en estado de convulsión generalizada, como ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial.
La Inglaterra isabelina (1558-1603), y los Estados Unidos a partir de mediados de la década de 1930, protagonizaron procesos de insubordinación revisionista de carácter global exitosos, mientras la Francia napoleónica, la Alemania nazi y el Japón imperial militarista, constituyen claros ejemplos de casos de insubordinaciones revisionistas de carácter global fallidos.
Para mediados de la década del 30, tanto Estados Unidos como Alemania aspiraban a reemplazar a Gran Bretaña que, aunque era ya un poder en crisis, seguía ejerciendo el rol potencia hegemónica. De los dos estados que desafiaban al poder británico, sólo los Estados Unidos habían adquirido condiciones económicas, tecnológicas y militares de “equipolencia” respecto de Gran Bretaña y, aún más, la habían sobrepasado largamente. Sólo los Estados Unidos estaban en condiciones de llevar a cabo una política de insubordinación revisionista de carácter global racional. Así que, una vez que Alemania decidió, irracionalmente, emprender el camino de realizar una insubordinación revisionista de carácter global, Estados Unidos decidió esperar que Alemania desgastara al poder británico para luego, mediante una intervención rápida en la guerra, poder reemplazar a ambas potencias en el liderazgo del sistema. En octubre de 1945 la dirigencia norteamericana cerraba el ciclo de insubordinación revisionista de carácter global que había abierto a mediado de la década del 30, había reemplazado a Inglaterra como principal potencia hegemónica del sistema internacional.
He intentado, en estas pocas palabras, dar claves de interpretación, no sólo para la lectura de la realidad, sino para la acción. Porque sabemos que el pensamiento no puede estar desligado de la acción.


* Marcelo Gullo: Doctor en Ciencia Política por la Universidad del Salvador, Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario, Graduado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid, Magister en Relaciones Internacionales, por el Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales, de la Universidad de Ginebra. Asesor en materia de Relaciones Internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC). Profesor de la Maestría en Estrategia y Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra y de Universidad Nacional de Lanús. Asesor de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados de la República Argentina.

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